En las fiestas de los pueblos -las mejores, no lo olviden-, las zonas poco transitadas son caldo de cultivo para parejas fugaces, tinder analógicos que no entiende de algoritmos y sí de calenturas y migas con huevo frito para la resaca. El degradado de las mangas me resulta un poco demodée, pero los uniformes en general son correctos. Al comenzar «Siempre quiero ser lo que no soy» el lector habitual de la obra de Rodríguez se encuentra con una visión de la España interior, la de los pueblos con menor densidad por kilómetro cuadrado del mundo civilizado, localización preferida de interinos y gente que busca su lugar definitivo en el mundo, una visión que es parte de su pasado y que no evita, con sus defectos y pasiones.